miércoles, 7 de julio de 2010

ESCUELA

Retrocediendo dos estaciones se encuentra la parada de libertad y salvaje, donde Alvino desde ese tiempo dormía hasta la esquina no correspondiente, siendo así un susto final, luego del descenso a la vereda de la cafetería Londres, aburrida y menos parecida a Londres o digamos confusa la visión de alvino que necesita regresar veinte cuadras sin caminar y a tiempo para esterilizar las hormonas de su profesora doña Doctora Licenciada Ingeniera, típica mujer fumadora e histérica que a Alvino le lleva el apunte donde apunte su lente con humor y soberbia, esos labios surcados por la bronca y el calor. Tan culpable Alvino, rápido y desesperado de llegar al establecimiento olvidando el hemorroides del café, sobre su camisa escocesa, impecable gracias a la viuda de su madre que tiende las arrugas hasta que pasa el colectivo que retira su hijo olvidado por el rencor y tímido en la entrada, que habitualmente espera loca.
Su maestra superficial lo espera taqueando los charol sobre el mármol como sucede próximo a las disculpas de Alvino, un cenicero, pastillas, polvo sobre el rayo del sol y una mirada fija al pobre inocente blanquito, entre sus ojos azules y el delineado colorido de ella, se explica que el colectivo lo a bajado en silvestre cerca de una cafetería europea, del cual coincide que a doña Doctora Licenciada Ingeniera le calienta el vapor del café entre miradas, derivando así a reclamar la demora de la portera con su cortado, quizás para estimular ese alemán estúpido y cerrado que tiene enfrente, comentando irregularidades de su ser, finalizando con un dedo apuntando en la puerta, con cara de gallina exótica, simulando con la otra mano buscar algo en el cajón de más abajo, más al medio. Alvino se retira, portazo, ruidos de vidrio flojo, leve viento en la nuca, otro grito cerca de su oreja, apertura de puerta, lo toman de la mano a Alvino, luego del culo y regresa a la oficina sin saber que la doña está sobre sus espaldas en corpiños verdes atentando. soy todo tuyo blanquito, ridículo, perfilandosé la escena con ojos al fin redondos, tratando de pedir disculpas por tirar el tarro de lápices al suelo, temblando los labios, las piernas, sin poder moverse al ataque de la bruja exótica mimosa con los labios rojos, podridos, hinchados cerca de la boca del alemán asustado, que no interviene para realizar su primera vez. Disculpando ahora tirar los exámenes a la mierda por desabrochar la camisa, el pantalón pinzado y tratar de quitarle la faja a la gloriosa, escuchando de esa boca de mujer tabaco decir, ¿querés ver a dios?, con voz temblorosa por superar el calor de la taza del café revoleando las tetas en forma horizontal rosando con el pecho del rubio que intenta otra situación, mirando hacia abajo, apuntando a jesus, moisés o Dios y bueno. Los próximos son aullidos de lobo con asma, sombras del ventilador en las exuberantes tetas que brillan gracias al sudor de alvino, que trabaja duro, sorprendido que no tenga fuerza para soportar una señora de cuarenta años, soltera y presa como esa habitación, tan intimidante que todo termina en el tacho, un poco en los exámenes y también en el cuaderno de actas. Ella tratando de prender el guardapolvos y un pucho finalizando con las disculpas de Alvino, la camisa manchada, el flequillo desprolijo y el cinto mal prendido corriendo para la puerta diciendo perdón y ella gritándole vallase Alvino gil con una sonrisa irónica y estimulo para que el nene estudie y aprenda lo que prioriza en la vida.

Lucca Delorenzi

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